La Declamación

La declamación es una forma de expresión oral en la que una persona recita un poema o texto literario con el fin de transmitir emociones, ideas y sentimientos al público. Se caracteriza por el uso cuidadoso de la voz, el ritmo, la entonación y la expresión corporal, lo cual permite que el mensaje cobre vida y tenga un impacto significativo en la audiencia. A través de la declamación, el recitador busca conectar emocionalmente con los oyentes, dándoles una experiencia más profunda y cercana del contenido del texto. Es una práctica común en eventos culturales, concursos de poesía y también como herramienta educativa, ya que fomenta habilidades de comunicación y confianza.
El éxito en la declamación no solo depende de una correcta pronunciación, sino también de la interpretación personal del texto. El recitador debe comprender el contenido y el contexto de la obra para expresar con autenticidad sus significados y matices. Por ello, la declamación implica un ejercicio de sensibilidad y creatividad, donde el orador se convierte en un intérprete capaz de reflejar la esencia de cada palabra y verso. Esta habilidad exige práctica, ya que dominar el tono, el volumen y la pausa permite que la audiencia experimente el texto de manera intensa y comprenda los sentimientos o ideas que el autor quiso transmitir.

Procesos en la declamación
Dicción: Se refiere a la manera de pronunciar palabras o construcciones. En declamación necesitamos que cada verso y cada palabra contenida en el poema, llegue con claridad a los oídos de quienes escuchan. Por ello el objetivo fundamental es lograr la claridad articulada en la dicción; a través de una pronunciación correcta, acentuación con elegancia y un fraseo coherente respetando las pausas del escrito.
Gestos: Consiste en el movimiento del rostro o de las manos con que se expresan diversos estados de ánimo. A veces, un gesto vale más que una palabra. Si el declamador no emplea con acierto los ademanes, o los utiliza fuera de conveniencia, desluce su interpretación y revela una desarmonía que los oyentes perciben enseguida. Debemos entender que se declama fundamentalmente con la palabra que transmite ideas, no se declama con las manos, y los brazos no son aspas de molino. Quienes exageran en los ademanes corren el riesgo de desaparecer al declamador y la declamación.
Movimiento: Cuando un declamador se mueve incesantemente en el escenario o, por el contrario, se queda como fijo al estrado, adopta alguno de los extremos incorrectos en lo que a movimiento se refiere; los pasos deben apoyar a la palabra, pero nunca dominarla.
Naturalidad: La naturalidad refiere a la concordancia de los movimientos con el conjunto integral, físico, temperamental y conceptual del declamador. Lo que no aparezca como un brote natural del momento y de la idea, está mal hecho, por lo que todo intento de imitación es desaconsejable.
Flexibilidad: La capacidad de variar el tono, la intensidad, el alcance, la velocidad, la entonación y las pausas se llama flexibilidad, muy importante para darle a la Declamación una fisonomía atrayente. Una voz monótona, siempre igual, que no se modifica a lo largo de una disertación, fastidia la atención del público y provoca el desinterés
Pausas: Consiste en la breve interrupción del tiempo en un poema. Existen algunos signos principales en nuestras declamaciones con diferentes tiempos de pausa: La coma, que vale un tiempo. Cuando se encuentre punto y coma pensará "uno, dos". Si se trata de un punto, ya sea punto y seguido, punto y aparte o algunos signos equivalentes como el cierre de admiración o de interrogación, contará tres tiempos normalmente: "uno, dos, tres".
La voz: La voz representa el apoyo más firme al declamador, si se posee las virtudes que le favorecen; de lo contrario, habrá que corregir los defectos de la misma, en la medida de lo posible.